En 1964 los ‘Beatles’ pisaron por primera vez Nueva York o nació la banda de rock psicodélico Pink Floyd y se celebraron los juegos Olímpicos de Tokio. Sin embargo, ese año Federico Calderón, un joven que unos años antes había aterrizado en Cercedilla, decidió hacer realidad su sueño: abrir su propio centro de peluquería.
Y lo consiguió. La peluquería es uno de esos oficios que resisten al paso del tiempo y los centros Federico son un claro ejemplo de ello. “El éxito en el ámbito de la estética en la década de los sesenta se fundamentaba principalmente en ser un buen barbero; sin embargo, el arte del gusto que tenemos en la actualidad es totalmente diferente”, cuenta Federico, el fundador de dos centros de peluquería y estética situados en Cercedilla y Alpedrete, quien reconoce emocionado que lo más bonito que le ha podido pasar en la vida es tener seis profesionales como los que tiene a su lado y que son nada más y nada menos que sus hijos.
“Siempre me he sentido peluquero”.- “Siempre me he sentido peluquero”, admite Federico quien se vino a Madrid con 13 años. Por aquel entonces ya tenía claro que le encantaba el mundo de la peluquería, aunque no tenía edad para empezar a desempeñar ese oficio. Así que decidió esperar de la mejor manera que pudo trabajando en un pequeño taller. Más tarde aprendió a afeitar porque en su camino aparecieron “maestros” que le “enseñaron como nadie”.
Con el paso del tiempo comenzó a saber qué era lo que realmente le gustaba y qué quería hacer en el futuro. Esa pregunta tan difícil de contestar. “Me encantaba el olor de la peluquería, así que un día cuando llegué a Cercedilla y vi este pueblo y sus paisajes decidí que nadie me echaría de aquí”. Así que mientras que buscaba la respuesta y sin apenas darse cuenta, porque parece que el tiempo nunca está dispuesto a darnos ninguna tregua, llegó a abrir su propio centro en esta localidad. “Vine aquí siendo un niño y ganando 200 pesetas al mes y más tarde conseguí abrir mi propio centro”.

Izq.: Federico en la peluquería. Centro: de izda. a dcha., Mª Paz, Mónica, Ángela, Fede, Gonzalo y Sara. Sentados, al frente del legado familiar, Ángela y Federico Calderón.
Por aquel entonces, relata Federico, a la gente le chocaba mucho que
una persona tan joven cortara el pelo con la navaja de una manera tan
extraordinaria. Además, era un peluquero de los de lavar la cabeza como
él mismo lo define: “Al hombre le daba apuro lavarse la cabeza en una
peluquería ya que parecía que no era de hombres. Algunos me decían corre
la cortina”, admite.
En cuanto a las tendencias es cierto que han cambiado pero la esencia
siempre sigue siendo la misma. “Yo miro a una persona y sé lo que tengo
que hacer. Siempre tienes que saber lo que estás haciendo cuando miras
al cliente de frente. Tienes que ser un artista”.
Más tarde, en 2002, Federico junto a sus hijos abrió otro centro en Alpedrete. “Nosotros lo hemos vivido en casa y hemos ido entrando poco a poco en el negocio. Sin darnos cuenta”, relata uno de sus hijos. Este negocio familiar cuenta ahora con 18 trabajadores que cada día hacen todo lo posible por darle sentido a la palabra familia y que representan lo que es tener pasión por un oficio. Y como no hay fecha a la que no se llegue ni plazo que no se cumpla llegamos a la actualidad. “Estoy muy orgulloso de tener mi público que es muy fiel”, admite Federico padre. “Cuando me ven cortar el pelo a navaja o me ven hacer algo dicen: Este hombre no es normal, este hombre tiene unas manos que con mi edad ya me ves no me tiemblan nada”. Federico considera que, aunque el tiempo siga avanzando, la esencia para ser un buen peluquero reside en el estilo, en los productos, en el salón y en las propias manos. Y lo más importante, ser consciente de que un peluquero lo que hace es vender imagen.

El primer salón de la peluquería de Cercedilla abría sus puertas en el año 1964 (en la imagen de la izquierda en blanco y negro). Actualmente, Federico Calderón y sus hijos continúan con una tradición familiar cincuenta y cinco años después con la misma ilusión y la constancia del primer día.
Su hijo reconoce que lo que más le llama la atención de este trabajo es, en parte, la de historias que puede llegar a esconder una persona. “Me encanta ver como niños a los que cortaba el pelo son ahora adultos. Hemos visto su evolución y hemos creado un vínculo. De cierto modo hay clientes que forman parte de tu vida, que son parte de ti”.
De cara al futuro recomienda a todas aquellas personas que quieran ser peluqueros que intenten ser los mejores y formarse para ello. “Nuestro futuro es conservar nuestra clientela, mantenerla y mejorarla”. Es por esta razón por lo que cada día, los diez peluqueros que están trabajando en Alpedrete trabajan por mejorar sus técnicas, sus productos y continúan mirando hacia delante sin descartar la opción de abrir otro centro en el futuro.
El fundador de Apple, Steve Jobs hablaba hace unos años del tiempo. “Nuestro tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro que no seas tú. No te dejes atrapar por los dogmas. No permitas que el impacto de tus propias opiniones ahogue tu propia voz interior. Y lo más importante, ten la valentía de seguir lo que dicta tu corazón e intuición. De alguna manera los demás ya saben lo que deseas llegar a ser realmente. Todo lo demás es secundario”. Y esta es precisamente la filosofía que Federico utilizó muchos años antes para hacer su sueño de ser peluquero una realidad. “Mi deseo es que todo el mundo en todas las profesiones que desarrollen sienta lo que yo siento. Que cada día vayan a su salón o trabajo con mucha ilusión, que nunca dejen de crecer y que siempre sean felices”, reconoce Federico emocionado.
Texto: Ana Rodríguez Álvarez
Fotos: Federico Peluqueros